Las enfermedades neurodegenerativas, que producen demencias, especialmente tipo Alzheimer, son frecuentes en personas de edad avanzada. Además de la afectación personal, estás enfermedades tienen un gran impacto en su entorno de convivencia, condicionando la calidad de vida de sus familiares más próximos y, de manera especial, en sus cuidadores. Por eso es importante cuidar al cuidador para evitar lo que se conoce como síndrome del cuidador quemado.

Sabemos la carga que conlleva el cuidado diario de una persona en situación de dependencia y cómo afecta a la vida de la persona cuidadora en todas sus dimensiones. ¿Te sientes agotado emocional, mental y físicamente? Podría tratarse del síndrome del cuidador quemado, un estado de desgaste y estrés que a veces padecen las personas cuidadoras y cuyos síntomas debes conocer para tratar de prevenirlo y trabajarlo de la mejor manera posible.

¿Cómo sé si sufro del síndrome del cuidador quemado?

Para saber si sufres los síntomas del síndrome del cuidador quemado, debes reflexionar sobre tu estado físico, emocional y social. Los cuidadores con esta afección podrían tener, por lo general, problemas para conciliar el sueño, insomnio u otro tipo de trastornos similares, sensación de agotamiento, aumento o disminución del apetito, molestias digestivas, dolores musculares, palpitaciones y migrañas.

En el plano emocional, pueden encontrar dificultades a la hora de relajarse, de concentrarse y de memorizar. Podrían mostrarse irritables, con cambios de humor frecuentes e incluso tristes y con sentimiento de culpa constante, con episodios que pueden derivar en depresión y ansiedad.

Podrían reflejar desinterés y desmotivación a la hora de realizar actividades que antes sí disfrutaban, pérdida de energía, distanciamiento con familiares y amigos y tendencia a centrar toda su vida en torno a la persona que se está cuidando.

¿Te sientes identificado con algunos de estos síntomas? ¿Crees que podrías llegar a tener este síndrome? Sigue leyendo para comprender cuál es el siguiente paso.

¿Cómo evitar el síndrome del cuidador quemado?

Desde nuestras experiencia en más de 50 localidades, trabajando con más de 8.000 personas mayores, y con sus familiares, desde Vitalia te ofrecemos una serie de consejos para que puedas llevar la situación de la mejor manera posible:

  1. Infórmate bien sobre la enfermedad o situación de tu familiar

Conocer el estado en el que se encuentra la persona dependiente te ayudará a controlar mejor la situación: sabrás cuáles pueden ser los comportamientos y reacciones y cómo enfrentarte a ellas. Con esta información, tus expectativas sobre su progresión también serán más realistas. Así reduciremos la sensación de estrés o ansiedad y el sentimiento de vacío o de culpa.

En este tipo de enfermedades neurodegerativas y de daño cerebral adquirido, como las demencias tipo Alzheimer, es muy importante detectar los primeros síntomas para una actuación precoz, lo que evitará un mayor deterioro y una mayor afectación a la vida personal, familiar y relacional, ya que confundir esa sintomatología inicial con “cambios de carácter” de la persona, puede resultar muy perjudicial y generar incluso situaciones de conflictividad y de rechazo.

Algunos de estos síntomas previos son la desorientación en el tiempo y lugar, las dificultades para memorizar cosas nuevas, pérdidas frecuentes de memoria que afectan a situaciones de la vida cotidiana, cambios bruscos en el estado anímico o en el humor, dificultades para relacionarse, especialmente en ambientes poco familiares o en nuevas situaciones, desconfianza hacia familiares, amigos y cuidadores, dificultades del sueño….

Si aprecias algunos de estos síntomas en uno de tus familiares, es importante que, lo antes posible, los pongas en conocimiento de su médico de familia para que te orienta y, si es preciso, para que realice la consiguiente derivación al especialista para que inicie el tratamiento que proceda. No olvides que, en este tipo de enfermedades, la intervención precoz es determinante para prevenir el deterioro personal y la calidad de vida de las personas cuidadoras.

  1. Para cuidar, empieza a cuidarte

Permítete descansar. La atención hacia un familiar dependiente y, especialmente, si padece una demencia, es un trabajo que nunca cesa, pero es elemental que mantengas aquellas rutinas saludables que te permiten sentirte equilibrado: comer bien, dormir lo suficiente, practicar técnicas de relajación o hacer un poco de ejercicio. Esto último, además de facilitarte momentos de desconexión, te permitirá conciliar mejor el sueño.

  1. Organiza una red de apoyo familiar

Si puedes, comparte quehaceres con tus familiares para no llevar en soledad todo el peso de la atención. La frase “no quiero que nadie se ocupe de mi familiar, para eso estoy yo” o “no debo pedirle a los demás que me ayuden, deberían ofrecerse ellos” no son grandes aliadas en estos casos. Comunícate con tu entorno, es imprescindible que os sintáis unidos en esta tarea para evitar la sobrecarga. No hay nada malo en pedir ayuda, ni razón por la que sentirse culpable por ello.

  1. No te aísles

Trata de no abandonar tus relaciones personales y mantener una vida social más o menos activa. Guarda un rato a la semana para continuar haciendo planes, moverte, salir y conversar. Es imprescindible que sientas que cuentas con apoyo externo para poder desahogarte, y tu entorno social juega en este sentido un papel fundamental.

  1. Fomenta la autonomía de la persona dependiente

Trata de favorecer que la persona dependiente realice las actividades que pueda por sí misma, aunque pueda parecerte que lo hace “lento o mal”, favorecerá su independencia y potenciará sus capacidades. Identifica qué tareas puede realizar por cuenta propia y cuáles no, acondiciona el entorno con elementos que favorezcan esta independencia y que no supongan un riesgo a su estado de salud y anímale para que sea autónomo/a.

  1. Establece límites

Decir siempre ‘sí’ a las demandas de la persona dependiente no te ayudará, sino todo lo contrario: aumentará la frustración y potenciará el sentimiento de culpa por no estar a la altura. Aprender a decir ‘no’ es elemental para evitar construir relaciones basadas en la complacencia y la dependencia emocional, y por contra promover aquellas en las que imperan la confianza, la negociación y la comunicación. Negarse favorecerá la independencia de tu familiar y te procurará tiempo para el autocuidado.

  1. Apóyate en la Ley de Dependencia

La Ley de Dependencia o Ley 39/2006, de 14 de diciembre, de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las personas en situación de dependencia, reconoce el derecho a recibir una prestación económica por cuidar de una persona dependiente, incluso, si se dan determinadas condiciones, paga la cotización a la seguridad social de la persona cuidadora. Una forma de compensar los gastos derivados de la atención y contrarrestar el peso que recae sobre la persona cuidadora, ya que esta tarea implica en muchos casos dejar, parcial o totalmente, la vida laboral. En los servicios sociales de tu localidad, barrio o pueblo, te informarán sobre estos requisitos y te ayudarán a gestionar estas ayudas.

  1. Busca ayuda de profesionales. Descanso o respiro

Algunas residencias, como las del Grupo Vitalia, ofrecen estancias diurnas o temporales para liberar a las personas cuidadoras durante un periodo de tiempo determinado por motivos laborales, hospitalización, enfermedad o sencillamente descanso. Estas estancias incluyen el acceso a todos los servicios del centro, atención especializada y seguimiento y contacto continuo con las familias. Son también muy útiles si el centro residencial cuenta, como en los centros Vitalia, con servicios especializados en rehabilitación neurológica y funcional, con equipamientos y terapias adecuadas, ya que pueda favorecer procesos de recuperación de capacidades para la vida cotidiana, aprovechando estas estancias temporales.

Son, en consecuencia, una buena oportunidad para contar con un apoyo extra que nos permita recargar pilas y recuperar nuestro bienestar emocional.

De esta forma, con apoyo psicológico, asesoramiento profesional y servicios temporales para favorecer el descanso o respiro familiar, si fuese necesario, conseguiremos fomentar nuestra autoestima y mantener una actitud optimista y motivadora para evitar sentirnos desbordados; la única forma de mejorar nuestra calidad de vida y la de la persona que estamos cuidando.